Al día siguiente, como mis compañeros de viaje se habían
acostado tarde, se levantaron tarde también. Yo que suelo levantarme pronto,
desayuné de lo que había en la casa y me fui a ver el mar, que sabía que estaba
cerca.
El paseo marítimo no es gran cosa, y las playas son de rocas, no para
bañarse… pero la gente paseando y corriendo lo hacen muy agradable.
Al rato me
volvía ya para el apartamento, para no alejarme demasiado, cuando me enviaron
un whatsapp mis compañeros de que ya estaban despiertos y en 15 minutos listos
para salir. En realidad tardaron más de 15 minutos y tuve que esperarlos una
vez de vuelta.
Decidimos ir al centro a
desayunar, y luego a subir a la Table Mountain (una montaña a los pies de la
cual está la ciudad). Decidimos por votación si cogíamos el coche o el autobús
turístico. Al final cogimos el autobús. Lo bueno del autobús es que te van
contando historias de los sitios por los que pasas a través de unos auriculares
(en español si querías). Lo malo es que se va parando a recoger gente y era muy
lento. En el centro nos bajamos y desayunamos en Lola’s, un local que me gustó
por decoración, ambiente y comida. Muy recomendable.
Con el estómago lleno
todos estábamos de mejor humor, y cogimos de nuevo el bus para ir a la montaña.
Para subir a Table Mountain hay
básicamente dos opciones: o bien subir andando y son unas 2h de caminata de
montaña empinada; o bien coges el funicular. Nosotros optamos por la segunda
opción, había pocas ganas de sudar y sobretodo poco tiempo si te has levantado
tarde. No encontramos demasiada cola para subir, esperábamos bastante más, así
que algo positivo :)
Del teleférico me gustó que fuera
rodando para que todos los presente (tiene capacidad para 65 personas) pudieran
ver todas las vistas.
Una vez arriba las vistas muy bonitas, y además había
fauna por la zona: lagartos y aves sobre todo.
Como era la hora de comer, y para
no perder mucho tiempo, comimos allí. En teoría te cogías la comida tú mismo
(self-service) y pagabas, pero aún así fue más lento de lo esperado.
Por fin
bajamos, y cogimos de nuevo el bus para acabar la ruta. Nos paramos en la zona
de playas, concretamente en Camps Beach. Y al poco de llegar se metieron en un
bar a tomar una cerveza. A mí que me gusta mojarme los pies allá donde hay mar,
río o similar, les dije que ahora volvía.
Me mojé los pies, el agua estaba fría, y al poco fui
donde estaban. Me pedí un zumo y me lo tomé con ellos. Pero luego se pidieron
otra cosa y yo me aburría. Así que les dije que me iba a la playa. Y me fui, y
me paseé la playa, y me subí a una roca, y estuve un rato oyendo el mar y
admirando las vistas.
Y volví a pasearme la playa. Y regresé al bar y me
dijeron que les habían dicho que las puestas de sol ahí eran muy bonitas, que
se iban a esperar. Pero no a esperar en la playa, sino en el bar. Yo me volví a
la playa, estuve hablando por teléfono con un amigo, y viendo la puesta de sol
desde la arena, con el ruido de las olas de fondo, y con la tranquilidad de que
hubiera poca gente alrededor y no la música estridente del bar.
Por fin nos movimos, ya no pasaba
el autobús turístico porque era tarde, así que volvimos en taxi al apartamento.
Nos arreglamos y quedamos para cenar con más gente. Esta vez tocó sushi. Estaba
bueno.
Después de cenar se iban todos de fiesta, pero basándome en mi humor y
la noche anterior, pedí que me dejaran en el piso y me fui a dormir. Parece ser
que ellos estuvieron de fiesta hasta las 3h o las 4h, y acabaron en el mismo
sitio de la noche anterior.
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