martes, 20 de enero de 2015

La cena de los 30 discípulos

Hacía varias semanas que habían quedado, pero no se conocían. No la mayoría de ellos. Aunque tenían algo en común: todos seguían un blog llamado VAM.
Todos tenían una filosofía de vida parecida, o soñaban con tenerla: la filosafía de vida de A.

Aunque A no dió ningún discurso, esa filosofía estaba impresa en las conversaciones, en las inquietudes de vida de cada uno de ellos. Es agradable compartir una cena con gente con la que tienes algo en común, y es agradable compartir cena con gente de la que puedes aprender un montón de cosas nuevas.

Fueron llegando poco a poco al lugar del encuentro, y se fueron presentando conforme llegaban. Los pocos que se conocían llegaron tarde, incluido aquel a quien todos conocían, aunque sólo fuera por su blog.

Habían quedado para cenar. Meter a 30 personas en un local y además que no fuera muy caro debió de ser tarea ardua. Pero la organización triunfó.
Se sentaron sin conocerse y hablaron de sus inquietudes. Unos hablando más que otros, pero todos aprendieron mucho de las vivencias ajenas.

Cenaron, charraron, bailaron, rieron y se despidieron. Puede que nunca más vuelvan a verse, o puede que se formen grandes amistades, sólo el tiempo lo sabe, pero la experiencia en sí mereció la pena.