Ella salió de casa rumbo al bosque de Bolonia. Caminó hasta Étoile y siguió por la avenida Foch hasta llegar al borde del bosque. Miró en las indicaciones que había unos lagos y cogió el camino que se dirigía a ellos. Pasear por allí era como pasear por un bosque ciertamente, caminos de tierra estrechos rodeados de altos árboles y con el sonido de los pájaros de fondo. Parecía mentira que apenas unos minutos antes estuviera en pleno París.
Encontró varias intersecciones de caminos y eligió su dirección por instinto. Al poco tiempo topó con una carretera, signo evidente de la civilización que la gente que pasea por el bosque intenta olvidar. La cruzó y al otro lado estaba uno de los lagos. Había gente paseando en barca, gente paseando, gente haciendo pic-nic...
Siguió paseando por el borde del lago y vió un árbol con muchas ramas casi horizontales. Pensó que estaba hecho para ser trepado. Le hizo una foto y siguió su camino. Un señor mayor venía paseando de cara también por el lago y le dijo "belle arvre!" a lo que contestó "oui".
El lago tenía dos islas interiores que se comunicaban entre sí por un puente. Se preguntaba si habría algún acceso a las islas que no fuera alquilando las barcas que veía.
Un poco más a delante pensó en sentarse un rato al sol. No hacía frío, pero tampoco calor, así que era agradable sentarse al sol y no a la sombra. Pero no se sentó, siguió un poco más.
Empezó a oir el sonido del agua al caer, pero no veía de dónde provenía. Tuvo que seguir e investigar un poco para descubrir la pequeña cascada que hacía el sonido.
Al rato llegó al final del lago y continuó rodeándolo y volviendo por la otra orilla.
A mitad del lago había un restaurante en la isla del lago y un embarcadero con la barca para llegar. -Así es como cruzan a la isla. Misterio resuelto - pensó.
Volvió a cruzarse con varias de las personas con las que ya se había cruzado, personas que iban rodeando el lago pero en sentido contrario. Al inico del lago estaba el local de alquiler de las barcas (6 € 1/2 h y 10 € 1h) no le pareció caro. Tomó nota mental para cuando alguien fuera a visitarla.
De nuevo en la zona arbolada eligió un camino diferente sólo por cambiar, pero intentando guardar la buena dirección para no alejarse mucho. Ya empezaba a estar cansada y no quería andar mucho más por equivocarse de camino.
Un grupo de jóvenes se acercaba de frente. El más decidido se le acercó, mapa en mano, preguntando "do you speak English?" - "yes" - "to go to the lack?" - "tout droit... (ah no, en inglés, no en francés)... (señalando con la mano mientras cambiaba el chip del idioma)" - "¿español?" - "sí, soy española". Y todos se echaron a reír. Casualidades de la vida, eran españoles.
El camino de vuelta fue tranquilo. La avenida Foch parecía larga...
... pero poco a poco fue llegando de nuevo a Étoile.
Allí un hombre que venía de cara se agachó a recoger un anillo que alguien habría perdido. Intentó dárselo a ella, pero no lo aceptó, "ce n'est pas à moi". El hombre intentó explicarle que se lo había encontrado, que no era de nadie y que se lo daba, pero ella había seguido andando y ya se alejaba. -¡Será por anécdotas en 2 h de paseo!- pensó.